sábado, 7 de octubre de 2017

¿Desde cuándo el egoísmo nacionalista es progresista? Puede ser romántico, pero es decimonónico, irracional y reaccionario


 
El nuevo trío matamoros: Carme Forcadell, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, tres delincuentes fuera de la ley que deberían estar dentro de la cárcel
 
DÍAS DE INFAMIA

Vivimos días de infamia (descrédito, deshonra, maldad, vileza, en el diccionario de la RAE). Para mí sigue contando mucho el crédito (o la reputación) y la honra (palabra por cierto pariente de «honorable»), que me remite a respeto y a la honestidad. Admito incluso cierta tolerancia con la maldad. Pero lo que no soy capaz de sobrellevar es la vileza, que me parece una expresión destilada de la indignidad. Cuando contemplo lo que está sucediendo (suceso es el término más adecuado) en Cataluña, se me vienen a la cabeza esas palabras (infamia, sobre todas ellas) y me pregunto si las palabras en que yo creo se las ha llevado el viento (el temporal) o es que ya da todo igual. Quizá sea que ya no encajo con las modas de estos tiempos de la posverdad en que parece que se nos hubiese nublado el conocimiento y anulado la razón; en que las ideas han quedado reducidas a lemas; en que el pensamiento se ha sustituido por el espectáculo, los sujetos por seguidores y la ciudadanía por el público (y para algunos, el pueblo). En que la reflexión ha dejado paso a una banalidad convertida en bálsamo mágico de encantamientos de fascinación (y fraude) social; y en que lo que importa no es la realidad sino la distorsión que se hace de ella.
 
Acoso de la independentista turbamulta infame a la policía nacional
que acudió a Cataluña para defender la legalidad democrática
 
Es esto lo que me deja atónito cuando oigo hablar a ese trío, igual de dotado para el sainete que para el drama, formado por Junqueras, Puigdemont y Forcadell. Aunque les confieso que lo que me ha llevado a un absoluto estado de desolación (y a un voluntario exilio como antiguo seguidor culé) ha sido el ver llorar a Piqué. Como experimento además un hartazgo, que supongo ampliamente compartido, no sé si la famosa DUI (“Declaración Unilateral de Independencia”, que a mí me suena a dispositivo contra el embarazo no deseado) me pillará viendo la televisión. Dejo, por eso, los análisis políticos para otros y prefiero ahondar algo en la clave psicológica de este «independentismo en el diván» capaz de imaginar todos los agravios y de ignorar todas las asimetrías. Las asimetrías de un modo de relación que cuenta con un himno para aplaudir y otro para silbar; que considera libertad de expresión abroncar a un jefe de Estado y no tolera la más leve desaprobación a un jugador del Barça; que establece como democráticos los derechos de su mitad mientras deja orillados a los de otra mitad, al parecer sin derechos; que invoca diálogos que acalla a voces; que denuncia violencia física y ejerce violencia institucional; que ha alcanzado ese refinado grado de maldad que consiste en presentarse como propietarios de la bondad.
 
Violencia intimidatoria de los secesionistas con gritos, insultos y escupitajos hacia la Guardia Civil para que abandonase los hoteles de Calella donde se hospedaban
 
El edulcorado independentismo «friendly» de antaño (el de los chicos con gafas coloridas de patilla recta que se han descubierto daneses y miran por encima del hombro para convertir la diferencia en preeminencia) ha transmutado ahora en un «independentismo insurgente» (¿a base de mezclar los trajes de “El Corte Inglés” con las camisetas del Born?) empecinado en arrastrar al «pueblo» a un viaje hacia ninguna parte, o mejor, hacia esa parte en que las élites (el nacionalismo es una mercancía de élites, que compran fácilmente las supuestas izquierdas progresistas) se hagan más dueñas de su exclusivo (y excluyente) país. Un independentismo que quiere jugar el partido en el campo que en cada caso más le convenga, a la carta, «sui generis» para no establecer fronteras económicas y mantenerse en el euro, para construir un nuevo Estado pero sin cambiar de pasaporte (español). Y todo unilateralmente, negando y desafiando la ley, poniendo en jaque a la nación, a la democracia, a la Constitución y llamando a la insurgencia.
 
Furgonetas de la Guardia Civil en Calella abandonadas a su suerte en medio de una marabunta de fanáticos e intolerantes separatistas que los acosaban
 
Nadie se había atrevido a tanto (ni en Escocia ni en Quebec, tan inspiradoras en otros tiempos), ni nunca como ahora había llegado a tal dislate lo que se presentaba como una “revolución de las sonrisas” conducida por cínicos personajes sin reparos para la argucia, el engaño, la manipulación y el ventajismo. Pero ya no es tiempo para bromas. Para la broma de que decidan unilateralmente ellos lo que también me afecta a mí; de que me retiren el derecho a decidir que tanto invocan y yo también tengo; de que fracturen una sociedad para muchos años; de que impongan con su ruido la ley del silencio. Para la broma que no toleraría ningún Estado europeo de dejarse arrebatar el 20% del PIB, ni el bienestar y la convivencia alcanzados en 40 años de Constitución, y hacerlo, además, con una complaciente sonrisa.

(Artículo de opinión escrito por Juan Antonio Vázquez García y publicado por el periódico “La Provincia” el sábado 7 de octubre de 2017)
 
 
Juan Antonio Vázquez García
(Boo, Aller, Asturias, 1952)
Doctorado en Ciencias Económicas y Empresariales

jueves, 5 de octubre de 2017

El desatino ha llegado demasiado lejos

 
 
Así de cándidos y dialogantes son los independentistas catalanes
 
REPÚBLICA, QUIZÁS SANGRE

Puigdemont ha asegurado que se proclamará la independencia de Cataluña. Sólo faltaban los cardenales y los frailes de Montserrat para traernos a la memoria las imágenes de Mark Twain: "Las flotas de todo el mundo pueden navegar cómodamente en la vastedad de la sangre inocente que ha sido derramada por nuestra religión". Entre signos de caqui y de púrpura, movimientos de tropas, ternurismo pornográfico de agitadores con flores —mientras pinchan las furgonetas de los guardias y los acorralan—, la lucha continúa. El espectro de la extinta Convergencia y la CUP han convocado al president a un Pleno ordinario-excepcional el próximo lunes. Y cuando la patriada estaba a punto de apoderarse de Cataluña, Felipe VI ha tomado la senda de la Constitución. El Rey se ha puesto enfrente del populismo nacionalista y de su intentona apoyada por las masas. El mensaje llegó pocas horas después de la insurgencia y los amotinados han respondido así al Borbón: "Después de oír al Rey, república o república".
 
 
La bandera de la estelada se les va a romper de tanto usarla
 
Alfonso Guerra, uno de los padres putativos de la Constitución, como el Comendador, se ha bajado de la estatua para defender a su hija, declarando a Carlos Alsina que esta batalla la tienen que ganar los demócratas, no los golpistas, con los que no se debe negociar: "Todos los fascismos han nacido de un movimiento nacionalista". Se lo ha dicho a una izquierda tan entontecida que cree que lo de Cataluña va de democracia y de modernidad, cuando han reinventado la Edad Media reclamando fueros y cupos medievales. Activistas cercanos a los secesionistas me dicen: "Sabemos que el Estado está dispuesto a actuar con extrema dureza. Pero, ¿cómo explicarlo a la gente? Estamos a un minuto de que haya sangre. Hay un sector del soberanismo, el más pragmático, que cree que hay que llamar a elecciones para aclarar las tinieblas".
 
Desde hace 40 años se han ido haciendo tantas concesiones, tantas claudicaciones, se han ido cediendo tantas competencias que, al final, se ha llegado a un punto de no retorno con una gran masa de la población afectada por el lavado de cerebro
 
Los rebeldes no se salen de su discurso, según el cual esto va de democracia. Es inútil contestarles que en una democracia no puede haber un poder superior a las leyes. "Para ser libres —habló Cicerón— hay que ser esclavos de las leyes". Cuando el delito es apoyado por la multitud, la ilegalidad se olvida; por eso, un dirigente histórico del PSOE comenta: "Estoy muy preocupado. Nadie sabe cómo va a terminar esto". Se percibe el estado de desasosiego típico de las situaciones sin salida y va a resultar casi imposible lograr que la ciudadanía vuelva derrotada de los días de ensueño. Como escribía Josep Pla, "los políticos no le dicen a la gente que las cosas de este mundo son limitadas y relativas".
 
(Artículo de opinión escrito por Raúl del Pozo y publicado
por el periódico “El Mundo” el jueves 5 de octubre de 2017)
 

Raúl del Pozo
(Mariana, Cuenca, Castilla-La Mancha, 1936)
Escritor borgeano y periodista enciclopédico

martes, 3 de octubre de 2017