miércoles, 22 de agosto de 2012

Una imagen que sacia mi sed de belleza absoluta

Andrea Fuentes Fache
(Valls, Tarragona, 1983)
&
Ona Carbonell Ballestero
(Barcelona, 1990)
Medalla de plata en natación sincronizada por parejas
(Juegos Olímpicos de Londres 2012)


Las catalanas Ona Carbonell y Andrea Fuentes recogiendo
sus medallas para honor de España y orgullo de Cataluña

martes, 21 de agosto de 2012

El tipo de bazofia que se traga la muchedumbre


PORNO PARA MAMÁS
 
Quizás nuestro error fue creer que por leer este libro seríamos felices para siempre, se desatarían emociones desconocidas y poco menos que aprenderíamos tales contorsiones y piruetas que ríete tú de la flexibilidad de la olímpica Kanaeva. Dicho por su autora, un manual erótico que debía servirnos de inspiración en la cama. "Porno para mamás" (¿y los papás?), como si por haber traído una criatura a este mundo una pase de ser mujer en todos los sentidos a ser algo tan amorfo como uno de los orcos de Mordor.


En fin, que la curiosidad nos pudo. Casi 40.000 ejemplares vendidos en España en sus dos primeras semanas, más de 20 millones vendidos de la trilogía completa en tiempo récord en todo el mundo. Teníamos que leerlo. Sus valedores decían de esta historia entre la virginal Anastasia Steele y el rico, apuesto y atormentado Christian Grey que su influencia sobre nosotras (el plural femenino no es accidental) sería de tal magnitud que daría más vidilla a la pareja en una expedición a lo más recóndito de las fantasías sexuales. ¡Qué decepción!


Es más que probable que ustedes ya sepan que nos referimos al libro "del que todo el mundo habla", según se nos dice en la etiqueta de la portada. Cincuenta sombras de Grey (Grijalbo), escrito por E.L. James, una antigua ejecutiva de la televisión británica con un aspecto alejadísimo del de una dominátrix. Chica postuniversitaria, 21 años, conoce a chico (27 años). Chica pierde el oremos por el chico pero, ¡oh cielos!, él es malo, perverso en la intimidad. Un giro literario del vampiro o el hombre lobo, aunque al señor Grey lo que le va es el sadomasoquismo. No se trata de un libro con sexo sino de un libro de sexo donde la fibra que más se toca es el trasero de la señorita Steele, que acaba tan magullado como el prestigio de España en los mercados internacionales.

 E. L. James
(Erika Leonard)
(Londres, 1963)

No se escandalicen, la prosa se endulza y las escenas, también. Acertó un crítico al escribir que todo se resume en el paso de Anastasia del "¡Uau!" al "¡Mmm!" y al "¡Oh!" y al "¡Ah!" y al "¡Ay!" y al "¡Aaaay!" y al "¡Oooh!". Una historia de sumisión femenina consentida por la protagonista que acaba resultando una comedia, una mala comedia. Debemos felicitar al grupo Random House Mondadori por un plan de marketing que ha atrapado a miles de mujeres en todo el mundo anglosajón, precisamente donde más se ha desarrollado la libertad femenina. Más allá del bombardeo publicitario, es un misterio cómo esta novela se ha convertido en un fenómeno de superventas. Personajes inverosímiles y sin relieve, diálogos pueriles, una trama previsible y repetitiva y una pornografía aceptable por el mainstream. Si buscan morbo, lean La mujer de sombra, de Luisgé Martín. Si no, siempre podemos volver a Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, o a un clásico como El amante de Lady Chatterley. 

(Artículo de opinión escrito por Susana Quadrado que se publicó
en el periódico “La Vanguardia” el jueves 16 de agosto de 2012)

Susana Quadrado
(Menorca, 1972)

sábado, 18 de agosto de 2012

Del engreimiento y la futilidad de los escritores


ALIENTO LITERARIO

A su maldita vanidad le deben algunos escritores la pretensión intelectual de considerar que podrían cambiar la sociedad con el contenido de sus obras. Tendrían que recapacitar y darse cuenta de que el mundo sólo lo cambian el dinero, los seísmos y las guerras. A veces puede uno conseguir un texto sensible, ideal para que una mujer le abra sus brazos, pero la verdad es que la experiencia me dice que incluso para esas conquistas la pluma es menos determinante que el bolsillo. La verdad es que mi aspiración desde que escribo no ha sido otra que la de conseguir con mi trabajo el dinero que podría necesitar para pagar los servicios de la preciosa e iletrada chica del burdel. Jamás he creído en la fuerza social de la literatura, ni en su capacidad para modificar siquiera algunos rasgos elementales del pensamiento de los hombres.


"Joven decadente"
(París, 1899)
(Óleo sobre lienzo expuesto en el museo del monasterio de Montserrat)
Ramón Casas i Carbó
(Barcelona, 1866 - 1932)


Conocí a un viejo y prestigioso profesor de Literatura que era muy escéptico al respeto y estaba seguro de que el esfuerzo de pensar a lo que conduce sobre todo es a romper la ropa por los codos. A eso, sí, y también a disfrutar de las vacaciones sin el menor entusiasmo recreativo y con cierta desgana existencial. Pensando en impresionarla, en una ocasión le hablé a una fulana de Sófocles, de Eurípides y de Schopenhauer. Al cabo de un rato de silencio, me interrumpió y aclaró las cosas: «Eres un buen tipo, pero, ¿sabes?, creo que serías más feliz si no salieses con gente tan mayor». Me quedó entonces claro que en el mundo en el que me apetecía vivir, la erudición me abriría menos puertas que la experiencia. Yo sólo aspiro a que mis lectores disfruten con lo que hago. No pretendo influir en nadie. Siempre supe que la literatura sirve sobre todo para desarrollar culo de taxista.

(Artículo de opinión escrito por José Luis Alvite y publicado
en el periódico "La Razón" el lunes 13 de agosto de 2012)


José Luis Alvite
(Cambados, 1949)

sábado, 11 de agosto de 2012

Diferencias entre vivir un viaje y pasar de largo

"Viajero junto al mar de nieblas"
(1818)
Caspar David Friedrich
(Greifswald, 1774 - Dresde, 1840)

EL TURISTA Y EL VIAJERO
 
Podemos aceptar que los deseos, las intenciones y el motivo diferencian al viajero del turista… que el viajero quiere saber y el turista sólo ver… que el viajero quiere ser y al turista le basta con estar… Los viajeros están más prestigiados porque tienen mejor literatura (la de viajes), mientras que la palabra “turista” se usa también para despreciar (“son impresiones de turista”, “no es un profesional, es un turista”).




El viaje acompaña a la humanidad a lo largo de la historia; el turismo llegó en el siglo XIX con la máquina de vapor y su velocidad. La velocidad es igual a distancia partida por tiempo, y el tiempo marca una diferencia: el viajero iba para largo y tenía necesidad de adaptarse. El turista va y vuelve tan rápido que no precisa cambiar nada. Algunos ni siquiera se cambian de ropa.




Ahora, viajar es el desplazamiento más rápido entre el punto A y el punto B, y se puede pasar del invierno al verano, por ambientes climatizados, en menos de 12 horas. Me gusta pensar que el jet-lag se debe a que el cuerpo del que viaja regresa a casa antes que su consciencia plena. Antes, en los viajes por tierra, variaba el paisaje, y en las pernoctaciones, transbordos y esperas cambiaban los países y las lenguas. En los viajes por mar, el clima iba mudando, y las semanas a bordo daban tiempo a hacerse a la idea de vivir en otro continente con otras leyes, costumbres y pueblos. El cuerpo y la consciencia llegaban a la vez.




La etimología también señala una diferencia en la actitud: la palabra “viaje” incluye el camino (vía), y “turismo”, la vuelta (tour). El viajero va, el turista vuelve. En nuestro mundo, los viajes son tan rápidos y fáciles que los pueden hacer incluso los turistas (en clase turista). La principal dificultad de esa figura histórica que llamamos viajero era entrar en el país y abrirse camino. Lo difícil para el que viaja en la actualidad es salirse del circuito turístico, ese camino cerrado. La industria turística se ha extendido por tanto mundo y con tantas modalidades que adjetiva cualquier actividad que uno haga fuera de su casa. Hay turismo gastronómico, cultural, interior, de costa, de congresos, etnográfico, sexual, solidario, sanitario, religioso... El viajero desarrollaba cada una de esas actividades en un momento dictado por su necesidad o su voluntad, sin especializarse en practicar una o dos en un plazo de 7 días/6 noches, como hace el turista.




Da igual cómo quiera sentirse uno. En el mundo de los viajes rápidos y fáciles, el forastero es un turista para el lugareño, el hombre es un guiri para el hombre. El que se adentre en busca de la realidad más profunda del país que visita será un turista rural a los ojos del campesino. El que permanezca dentro del circuito turístico será un cubierto a los ojos del hostelero; un huésped, a los del recepcionista, y un incauto distraído por los edificios viejos, a los del carterista.




¿Qué tiene de malo ser turista? Los que no creen que las vacaciones sean un tiempo para la idiotez saben ser educados y discretos fuera de casa y se interesan en conocer el país que visitan respetando sus costumbres, sus entornos y a sus habitantes. Se trata de no irse de vacaciones de uno mismo. 

(Artículo de opinión escrito por Javier Cuervo y publicado
por el diario “La Vanguardia” el jueves 9 de agosto de 2012)

Javier Cuervo